"Europa tiene que replantearse una política común de diversificación y seguridad del suministro" | Luis Pérez de Ayala, socio de Cuatrecasas y experto en el sector de la energía



Luis Pérez de Ayala, socio del bufete Cuatrecasas, es un reconocido experto en el sector de la energía. Ex secretario del consejo de administración y director de asuntos jurídicos de Enagás y miembro de su Comité de Dirección, ha desempeñado diversas funciones directivas jurídicas en el Grupo Gas Natural. Además, es profesor en Instituto Superior de la Energía, y ponente en conferencias organizadas por prestigiosos centros y en diversos foros relacionados con el sector de la energía y del gas.

Por Juan Carlos Giménez

 

¿Cómo calificaría la situación actual del aprovisionamiento gasista en la UE?

Europa está en un momento crítico dado que ha de replantearse muchos elementos de lo que hasta ahora era su modelo energético. Y ello deriva de la situación del mercado del gas, que, además, tiene un claro impacto en la actualidad en el sector eléctrico. La situación en Europa no es buena, pero, pese a todo, existe gas suficiente en el mundo para evitar problemas de suministro. El problema principal es de los países que hasta la fecha venían suministrándose mayoritaria o exclusivamente de gas ruso, pues la sustitución de fuentes no es instantánea y, ya sea con nuevos gasoductos de transporte, ya con plantas de GNL, o una combinación de ambas, las nuevas infraestructuras llevarán tiempo.

 

Si algo ha faltado ha sido una política coordinada en torno al gas. ¿Hasta qué punto unificar criterios en esta materia puede ser beneficioso, y hasta qué punto es posible?

Hasta la fecha los vectores en los que se basaba la política europea eran, básicamente, la regulación de las redes (gasistas y energéticas), incluidas las redes transeuropeas y las que, con origen en terceros países, tienen como objetivo el suministro de la Unión y la defensa de la competencia. La seguridad del suministro siempre ha estado en el centro del debate, pero con excepciones, no ha llegado a consensuarse una política común. Esta crisis dará lugar a replantearse el modo en que Europa tiene que afrontar una política común de diversificación y seguridad de suministro. Las infraestructuras de almacenamiento gasista son un claro ejemplo donde podría haberse avanzado.

 

¿Cuentan los países europeos con capacidad de maniobra suficiente como para mantener las sanciones y prescindir del gas ruso?

En el mundo existen suministros alternativos. No es, por tanto, una cuestión de oferta a nivel mundial. Algunos países (sobre todo los del arco mediterráneo) si pueden tener alternativas inmediatas. Cuestión distinta es cómo impactará la situación en términos de precio. Los Estados Unidos son sin duda una fuente de suministro alternativo, pero la red europea de plantas de GNL es insuficiente.

 

Turquía podría convertirse en pieza clave para la llegada a Europa de gasoductos procedentes de Oriente Medio, lo que supondría quitar la llave del suministro a Rusia para dársela a otro país con el que tampoco han faltado tensiones últimamente.

Europa no puede sustituir a Rusia por otros países con los que eventualmente pudiera llegar a repetirse la situación. Cualquier decisión ha de basarse en la fiabilidad del suministro, y ello implica, por una parte, diversificación, y por la otra, tener vendedores que sean políticamente estables. Me cuesta pensar que la Unión Europea pueda cometer este error. Cuestión distinta es que determinados países, a título individual, busquen este tipo de suministradores.

 

El transporte por mar parece una buena alternativa para buscar suministradores alternativos. ¿Está Europa en disposición de apostar masivamente por el GNL?

El GNL es un instrumento de flexibilidad. Es cierto que en función de las circunstancias resulta más caro que el transporte por gasoducto. Ahora mismo, las infraestructuras existentes no permitirían que el GNL sustituyera de forma íntegra al gas natural, y además al mismo precio. Pero, repito, si queremos seguridad de suministro, las plantas de GNL se han revelado como una buena alternativa. El problema es: ¿tiene sentido hoy, en un mundo que tiende a considerar que el gas natural no es el futuro, apostar por inversiones caras y que se tarda muchos años en amortizar? La apuesta por las renovables en detrimento de los hidrocarburos hace cuestionables este tipo de nuevas infraestructuras. Tenemos, por tanto, un debate sobre el modelo, y en función de lo que se decida, habrá que acometer las inversiones de uno u otro tipo.

 

La “excepción Ibérica” muestras que la península presenta un modelo gasista muy alejado de el del resto de sus socios europeos. ¿Qué papel le va a tocar jugar a España?

España tiene un papel clave, junto con Italia, tanto por ser las puertas de entrada de los gasoductos africanos como por el número de plantas de GNL de que dispone. Ahora bien, hoy en día es imposible canalizar hacia Europa todo el gas que entra en España. La cantidad de plantas de GNL de que dispone hace que España pueda estar tranquila, pero es importante reanalizar el futuro del gasoducto del Magreb, hoy parado, y el incremento de capacidad de las conexiones con Europa. Muchas de estas cuestiones, la gran mayoría, de hecho, no dependen de España, o al menos no dependen exclusivamente de ella. La puesta en marcha de una interconexión gasista a través de los Pirineos, por ejemplo, de la que se viene hablando desde hace muchos años, dependerá de la situación de Francia y sus necesidades de abastecimiento.

 

¿Hasta qué punto es realista pensar en el hidrógeno y los gases renovables como alternativas? Y, si lo fueran, ¿en qué plazo?

El hidrógeno es un ejemplo de un campo por el que Europa apuesta. Y muchos inversores, también. Pero en términos de coste todavía estamos lejos de que sea una alternativa viable al gas natural. Y el almacenamiento energético (en todas sus manifestaciones, bombeos, baterías, almacenamiento térmico, etc.) puede convertirse en el instrumento que, junto con las renovables, asegure el suministro eléctrico en un escenario a medio plazo, dotando al sistema de la fiabilidad que las renovables, por sí mismas, no pueden garantizar. Pero todavía, y al menos durante algunas décadas, será preciso convivir con el gas natural y el resto de las energías fósiles.