Sedigas aclara que la Directiva europea recientemente aprobada no prohíbe, en ningún caso, las calderas de gas ni establece la obligatoriedad de sustituirlas por bombas de calor.
La asociación advierte que fiarlo todo a esta última tecnología va en contra de la idea de una transición justa al resultar económicamente inasumible para muchas familias. Además, carece de sentido limitar el uso de ciertas soluciones tecnológicas sin considerar la complejidad y características técnicas de las viviendas (zona climática, construcción vertical y superficie media disponible).
Resulta necesario redefinir los planes de ayudas -que se deberían articular considerando la mejora real de la eficiencia energética y el tipo de tecnología adecuado- para que pueda alcanzar a todos los grupos poblacionales. Los actuales marcos de ayudas no fomentan el cambio de equipos en los hogares de menores rentas dadas las elevadas inversiones requeridas.
El sector gasista apela a desterrar la falsa percepción de que solo existe una forma de descarbonizar la calefacción de los hogares, a la que se suma la dicotomía interesada e inexacta de confrontar las soluciones descarbonizadas que ofrecen los gases renovables, biometano o hidrógeno renovable, frente a las soluciones eléctricas.
El carácter renovable de los sistemas de calefacción no depende de la tecnología, sino del combustible. Las calderas actuales son perfectamente compatibles con los gases renovables, sin requerir de adecuaciones adicionales. No se deben establecer limitaciones al uso de una tecnología, sino que todas las medidas deben enfocar sus esfuerzos en favorecer la descarbonización de los combustibles que se utilizan en la calefacción, es decir, garantizar la neutralidad tecnológica.
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