Los edificios son fundamentales en la transición hacia un futuro sin emisiones de carbono. Son la principal fuente de consumo de energía en la Unión Europea, ya que representan el 40% del consumo final, y son responsables del 36% de las emisiones de CO2. Europa se encuentra inmersa en un complejo debate sobre la descarbonización de los edificios y el futuro de las instalaciones térmicas de los hogares centra gran parte del debate político y social.
La futura nueva Directiva de Eficiencia Energética en Edificios (DEEE o EPBD, por sus siglas en inglés) establece un ambicioso objetivo de descarbonización total del parque de edificios de la UE para 2050, lo que implica la eliminación gradual de los combustibles fósiles para satisfacer su demanda térmica y la transición hacia fuentes de energía renovable, y a su vez reconoce a los gases renovables como vectores energéticos para la sostenibilidad de los sistemas de climatización y producción de agua caliente sanitaria.
Al mismo tiempo, la Comisión Europea se encuentra revisando los Reglamentos de Ecodiseño aplicables a los aparatos de calefacción calentadores de agua, para lo que propone una serie de condiciones para el despliegue de calderas independientes que, en la práctica, supondrán la exclusión del mercado de tecnologías fabricadas en Europa y preparadas para las energías renovables. Restricciones que tienen su origen en la introducción de un umbral mínimo de eficiencia energética del 115% para cualquier caldera que se comercialice a partir de septiembre de 2029.
Contextualizando, las calderas independientes cubren hoy más del 90% del parque de calefacción de los hogares, siendo compatibles con combustibles renovables como el biometano y mezclas de gas con hasta un 20% de hidrógeno renovable, y la posible exclusión del mercado de calderas que, no lo olvidemos, están preparadas para las energías renovables, que ya de por sí constituyen una solución de descarbonización, puede resultar contraproducente para los avances del escenario de transición energética deseado.
Por eso, el sector gasista español siempre ha defendido el principio de neutralidad tecnológica y la búsqueda de soluciones eficientes para dar respuesta a las necesidades térmicas específicas de cada hogar atendiendo a sus características y uso y que mejor sirvan a la descarbonización.
A la hora de abordar este debate hay que tener en cuenta que, ni las fuentes de energía ni los métodos para cubrir la demanda térmica de los edificios son iguales en todos los Estados miembros -ni siquiera en diferentes regiones de dichos países en muchas ocasiones-, ni todas las soluciones son técnicamente posibles en los edificios existentes. Así es que donde ya hay una infraestructura de gas en operación, existe la oportunidad de aprovechar las instalaciones térmicas existentes para su utilización con gases renovables.
Por tanto, a la hora de abordar la descarbonización en las instalaciones térmicas será necesario adoptar un enfoque amplio, pragmático y realista; multi tecnológico y multi vector energético; un escenario que cuente con todas las alternativas energéticas renovables que permitan reducir de forma más rápida el consumo energético, obtener ahorros económicos e incrementar la resiliencia y autonomía de nuestro sistema energético frente a shocks externos.
Desde Sedigas proponemos requisitos de eficiencia energética del 115% para aparatos de calefacción no certificados para el uso de energía renovable y del 87% para aquéllos que sí lo estén.
Y el biometano -que no requiere de ningún tipo de adaptación de la infraestructura gasista, ni de transporte ni de distribución hasta nuestras casas, ni tampoco de los equipos con los que ya contamos al ser 100% compatible-, se revela en este escenario como una opción inmediata para la descarbonización del parque de edificios de la UE, un objetivo que necesitará de todas las soluciones tecnológicas disponibles para alcanzar los objetivos de eficiencia y la ansiada neutralidad climática en 2050. |